sábado, 18 de octubre de 2008

Un parque, una noche.

Desde un principio yo sabía ya, que esto de la primera cita nunca fué para mi. Mi tendencia al desastre, al caos, como a veces lo llamo es lamentable y no tengo que decir que soy próclive a cualquier casualidad que a la larga o a simple vista como la mayoría de veces, me haga ver como un huevón.


Si bien es cierto que en las primeras miradas y conversaciones, tal vez por el grupo en el que estabamos o la circunstancia que nos envolvía, mermaba esta incontenible capacidad a la estupidez por parte mía, en esta primera cita todo hecho se haría evidente, mi poca labia, mi absoluto extravío en un tema de conversación cualquiera o tal vez mi poca comunicación gestual, harían lamentables mis intentos por acercarme a ti, y que de alguna manera esa primera impresión que tuviste de mi se acreciente llevandote a mis brazos en poco tiempo.


Recuerdo que fué en un parque, llegué algo tarde pero no importo mucho, al menos no para mi, aunque si te vi en la carita un gesto de molestia, supongo que sería el primero de muchos gestos de decepción que yo te ocasionaría y que te llevaron ahora tan lejos de mi lado, nosé.


No fué un lugar ideal en donde suscito nuestro encuentro, es necesario que te diga que los parques no me gustan mucho, los veo como muy comunes, sordos, grises, y menos en la noche, aunque ese me encanto, será porque estabas tu.


Recuerdo también que mientras conversabamos y mi brazo ya había guiado una expedicion por sobre tu cuello estrechándote hacia mi, escuchamos unos gritos terribles, parecía un accidente, nunca me entere.

No conversamos mucho, te bese algunas veces tu unas cuantas y te despedí llevándote a tu casa en donde pensé nuevamente verte algún otro dia.


No fué un fracaso, pese a mi pesimismo, esta dizque cita había sido un éxito, claro que no fue como hubiera querido, porque no te llevé a ningún lado, ni al cine ni a tomar algo ni menos al boliche. Pero estuvo bien.

Pero poco a poco me fui dando cuenta que tal vez este tipo de citas, de las buenas, suelen darse en noches iluminadas, frescas, inolvidables, en donde a cada paso que de, alejándome de tu casa, sepa en como encontrar el camino de vuelta, pero no ocurrió asi, y los presagios de desastre y calamidad que había tenido, se tiñeron de premonicion de lo que eventualmente pasaria, en donde las circunstancias, el tiempo y las ganas nos harían olvidar ese camino al parque, esa noche de poca luz y niebla tibia.

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